ANDAR DIALOGÓ CON LOS TRES ARGENTINOS DE LA FLOTILLA HUMANITARIA “Nos decían que éramos todos terroristas, mientras se filmaba para su propio público”

Celeste Fierro, Ezequiel Peressini y Carlos “Cascote” Bertola llegaron al país luego de ser expulsados de Israel, tras haber sido detenido junto a la mayoría de los tripulantes de las embarcaciones que buscaban llevar ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, una sociedad hambreada a raíz del criminal bloqueo impuesto por las fuerzas israelíes. En suelo argentino, y en diálogo con ANDAR, los tres militantes señalan que la misión humanitaria logró evidenciar en la prensa internacional la existencia de un genocidio y denuncian las amenazas y graves condiciones de detención que padecieron durante su encierro.
ANDAR en Gaza
(Agencia Andar) Con varios kilos menos, y la mirada de quien atravesó una vivencia que transforma para siempre, Celeste Fierro, Ezequiel Peressini y Carlos “Cascote” Bertola se abrazan entre lágrimas con sus hijas, parientes, amigos y compañeros en el hall del Aeropuerto de Ezeiza. Volaron desde Jordania tras ser expulsados de Israel, donde estuvieron presos por el intento de abrir un corredor humanitario por mar hacia la Franja de Gaza, para que ese pueblo que está muriendo por las bombas y la hambruna reciba la asistencia alimentaria y médica que el gobierno israelí bloquea. Ese país se quedó con los 50 barcos y toda la mercadería de asistencia que nunca llegó a la Franja.
Bertola es hijo de desaparecidos, activista y ex preso político, además de timonel, y mientras toma unos mates se hace un ratito para conversar con Andar. Tras la experiencia de haber sido encarcelado en Argentina y en Israel afirma que sendos sistemas penitenciarios son “muy similares”, porque tienen la misma “lógica del hacinamiento y sacarte la identidad”, sintetiza en referencia a los vejámenes que padeció en carne propia en 2001 y a la desaparición de sus padres, Adelqui Bertola y Susana Virto, en 1977.
“Fue un desafío llevar 12 participantes a bordo, y navegar el Mediterráneo de punta a punta, tuvimos ataques con drones, remolcamos varios veleros porque al tener el motor más grande éramos como un barco de soporte, podría hablar dos horas de lo que fue navegar esas 1900 millas, 3600 kilómetros, imaginate que ese mar es grande como la Argentina, con las costas de Europa, parte de Asia y el norte de África”. Este marino –que tuvo mayor responsabilidad porque era capitán del Estrella y Manuel, un barco de 17 metros de eslora de bandera española, parecido a los pesqueros marplatenses– se entusiasma con el relato. La bodega de esa nave llevaba 10 mil kilos de ayuda humanitaria.
“Durante la intercepción nos tiraban con unos cañones de agua desde un barco tipo petrolero para que frenemos, fue complicado porque nos metió mucha agua adentro del barco y hubo momentos de incertidumbre, acercamientos peligrosos de los barcos militares que si te chocan te hunden, y ellos los manejaban de manera muy agresiva porque querían que depongamos nuestra actitud de querer llevar alimento a Gaza”. Bertola cuenta que fueron escalando hasta que les apuntaron con fusiles y la orden era que si no paraban ellos les iban a disparar. “Ya cuando te rodean con lanchas rápidas, con soldados con fusiles y miras láser que nos apuntaban decís, bueno paramos”, cuenta, y se ríe.
La Infantería que los abordó es una fuerza de élite preparada para luchar contra un enemigo militar. “Imagino que habrá sido ofensivo para ellos que no nos resistimos, estábamos todos con las manitos levantadas en la proa, ya está, no juego más”, dice y vuelve a reír. Cuando bajamos del barco ya quedaron en manos policiales. “Nos tuvieron seis horas arrodillados al sol con 40 grados sobre el asfalto en una posición muy incómoda, las manos precintadas, ahí sentimos la detención”. Bertola recuerda que en esos momentos apareció el ministro de Seguridad Itamar Ben-Gvir. “Nos gritaba que éramos todos de Hamas, que veníamos a matar a los niños de Israel, muy agresivo, ese tipo de discursos de las autoridades aumentan la actitud prepotente de la policía, como nos pasa acá con Pato Bullrich, los discursos de odio hacen que las fuerzas policiales se sientan más habilitadas a cometer abusos, algo que no era necesario con población civil pacifista”.
Luego vino la requisa y el interrogatorio, y pasaron a manos del Servicio Penitenciario israelí. “Era una cárcel de máxima seguridad, no nos dieron casi nada de comida, a los organizadores les hicieron simulacro de fusilamiento, los hicieron caminar a la noche por el desierto apuntándoles con las miras láser, nos trataron como si fuéramos de Hamas, y después por presiones políticas nos deportaron a todos”.
A lo largo de esos días, las cuentas argentinas de las redes sociales que exigían la liberación de “Cascote” destacaban que estaba “secuestrado” por el estado de Israel, al igual que sus padres lo habían estado durante la dictadura. Consultado por Andar al respecto contestó: “Mi historia me llevó hasta ahí, en 2001 fui preso político entonces conozco las cárceles argentinas y he vivido situaciones incluso más duras, en el gobierno de De la Rúa me estuvieron torturando en Argentina no en Israel, por ahí algo de eso conocía y podía tranquilizar a los otros participantes, que no entendían algunas cuestiones de cómo funcionan las cárceles”. Y completó: “nos hacinaban a propósito, en celdas de ocho nos amontonaban a 16 personas, son formas de castigo que los europeos lo veían como una tortura pero algunos de nosotros estuvimos cercanos a otra forma de tortura, la desaparición y demás, que quedan como lejos y exageradas”.
Bertola hace una pausa y admite que en ese aspecto tiene una contradicción. “Qué feo que nos haya quedado el umbral tan alto de lo que significa una tortura y lo que son este tipo de cosas, que claramente lo son, estar sin comer, que no nos dejen bañar aunque las duchas estén ahí, pero a mí me cuesta decirle tortura porque a mi viejo lo cortaron en pedacitos y lo tiraron al río, entonces decís ‘eso es tortura’, te queda la vara demasiado alta, que te hagan un simulacro de fusilamiento y después te larguen no es tan grave, ¿se entienden estas sensaciones? Es terrible que te quede eso impregnado, pero lo vivo así”. Cascote estuvo detenido dos años, antes del estallido del 2001, cuando militaba en la organización platense La Patriada, en una causa política por tenencia de explosivos, y fue defendido por Hebe de Bonafini. Afirma que torturado por “el aparato de inteligencia que venía de afuera” en una de las comisarías de CABA. “Era jovencito e idealista, ahora sigo siendo idealista pero estoy más viejito”. Bertola vuelve a reír y agradece la charla.
Celeste Fierro
“Desde que zarpamos de Barcelona y comenzamos la travesía con la flotilla lo más importante fue sabernos con compañeras y compañeros de distintos lados abrazando la misma causa, eso es lo más importante, y que a pesar de los intentos de los ataques previos a la intercepción para frenar a la flotilla la convicción estuvo intacta hasta el final, hasta volver a casa”, dice Fierro a Andar, mientras abraza a su hija y festeja que por fin tiene celular de nuevo. “Se la bancó un montón mi chiquita, fueron un montón de días”, agrega.
Sobre los objetivos de la misión, la diputada porteña del MST en el Frente de Izquierda afirma que lograron uno, visibilizar a nivel global el genocidio que está sucediendo en Gaza, y el otro, abrir el corredor humanitario, estuvieron más cerca que otras veces. “Lo más difícil de la detención fue no poder tener contacto con la familia y los compañeros, que no supieran que a pesar de todo estábamos bien, estar incomunicados, el miedo de no saber cuánto iba a durar la detención porque pasaron más de 48 horas hasta que hubo noticias nuestras”, resume sobre lo peor de su paso por la prisión israelí de Ktzi’ot, conocida por las durísimas condiciones de detención.
La legisladora describe que a pesar de la brutalidad policial, “que es siempre la misma en todas partes”, a ella no la golpearon aunque sí a otros miembros de la flotilla. “Estuvimos casi 48 horas sin comer, casi sin agua antes de llegar a la cárcel, y una vez ahí no teníamos agua potable, había que tomar agua de la canilla del baño, y la comida cuando llegó era como para no morir de inanición porque eran tres platos para las 14 o 15 que éramos en cada celda”, dice.
Fierro cuenta que las humillaciones que trascendieron de las que fueron víctimas algunos de los activistas fueron reales. “En el momento en que llegamos a puerto nos pusieron a todos en un estacionamiento, arrodillados, con las manos atadas, y sí, sacaron a Greta (Thunberg) y la pusieron a un costado con una bandera israelí, le sacaban fotos, le gritaban, fue el mismo momento en que entró el ministro a decir que éramos todos terroristas, mientras se filmaba para su propio público”.
Ante la pregunta de Andar sobre tripulantes de la flotilla Global Sumud que aún están detenidos, la diputada porteña responde que hay seis personas que siguen presas. “Además interceptaron los barcos de la Freedom flotilla con más de 140 activistas que también están detenidos en este momento”.
Fierro no se separa de su hija, van juntas a todas las actividades que siguen en su agenda para denunciar el genocidio y levantar la causa del pueblo palestino porque “esto no terminó con nuestro regreso, vamos a seguir con la militancia en las causas que sean justas para nuestros pueblos”. A su criterio, “el alto el fuego determinado por el imperialismo no es confiable, no se está discutiendo el retorno del pueblo palestino a volver a sus tierras”.
Ezequiel Peressini
Ex diputado cordobés de Izquierda Socialista, Peressini cumplió 43 años a bordo. “Fue la experiencia internacionalista más importante de mi vida, recuerdo que siendo joven en el año 2000 me conmovió la segunda intifada del pueblo palestino, y 25 años después siento el orgullo y la responsabilidad de haber participado de la flotilla Global Sumud, y por estar del lado correcto de la historia, que hoy es el apoyo al pueblo palestino y a la resistencia en Gaza”, afirma en diálogo con Andar. “Estamos enfrentando al nazisionismo de Israel de la misma manera que enfrentamos al nazismo en la década del ‘40 o al imperialismo norteamericano contra la guerra de Vietnam, o como derrotamos al apartheid en África, o con la solidaridad internacional que se expresó con la brigada Simón Bolívar en Nicaragua en 1979”, agrega.
Peressini cuenta que el momento más difícil fue el de la interceptación y la detención y secuestro ilegales que llevó adelante Israel el 1 de octubre. “A unas 50 millas marinas de Gaza nos interceptaron de manera ilegal en aguas internacionales, nos llevaron al puerto de Ashdod y el punto más crítico fue el momento de las detenciones, luego de un acto provocador que realizó Ben-Gvir ante las casi 500 personas que estábamos sentadas como si estuviéramos en Guantánamo, cuando nos dijo que íbamos a ir presos porque éramos todos terroristas”, recuerda. “El momento más fuerte fue cuando nos esposaron fuertemente con precintos plásticos, nos vendaron los ojos y nos trasladaron en carros policiales a la cárcel de Ktzi’ot, la cárcel de seguridad del desierto más grande del mundo, en el sur de Israel, cerca de la frontera con Egipto”, apunta.
A partir de ese momento fueron separados tras haber navegado en el Mediterráneo durante 40 días con personas que se volvieron compañeros y compañeras. “Rompieron el grupo humano para amedrentarnos, para asustarnos y para frenar la movilización mundial en apoyo a Palestina que representa y potencia la flotilla Global Sumud”, relata. Para este referente de izquierda internacionalista, “el momento más duro fue escuchar los simulacros de fusilamiento que realizó Israel, las noches con las luces apagadas y ellos ingresaban con sus armas de guerra y apuntaban sobre nuestras cabezas sus miras láser”. Sin embargo, confiesa que vivió los momentos más importantes de su vida, “cuando en esa cárcel cantamos Bella Ciao y la Internacional Comunista, demostrando que la flotilla recupera las mejores tradiciones militantes de la solidaridad de los trabajadores y los pueblos con las causas justas”. Peressini convoca “a todos los pueblos del mundo a sostener la movilización hasta derrotar a Netanyahu y su plan de expulsión masiva hasta conquistar una Palestina única, laica, democrática y no racista, desde el río hasta el mar”.