UN LIBRO SOBRE LA TORTURA PSICOLÓGICA A PRESOS POLÍTICOS Historias rotas: «De acá van a salir locos, putos o quebrados»

Este miércoles 14 de mayo a las 18 hs se presenta en el Museo de Arte y Memoria de la CPM el libro Historias rotas. Locura y suicidio en las cárceles de la dictadura, de Claudia Rafael y Silvana Melo. A través de las historias de presos políticos las autoras fueron desentrañando un plan de tortura psicológica cuyas consecuencias se extienden al presente. Acompañarán a las autoras Hernán Invernizzi e integrantes de la CPM.
ANDAR en La Plata
(Agencia Andar) Después de tres años de investigación las periodistas Claudia Rafael y Silvana Melo llevaban casi 50 entrevistas y un relevamiento que consideraban que puede dar cuenta de uno de los planes inexplorados que el terrorismo de estado desplegó en las cárceles. En diálogo con Andar Claudia Rafael cuenta cómo fue la investigación de Historias rotas, con qué se fueron encontrando y por qué hablan de suicidio inducido.
¿Cómo surgió el proyecto del libro?
La idea surgió cuando Silvana y yo fuimos a cubrir la inauguración de la plazoleta que lleva el nombre de dos ex detenidos políticos en la cárcel de Caseros que fueron víctimas de lo que podríamos llamar suicidios inducidos. El 6 de diciembre del 2021 se inaugura esa plazoleta donde había estado emplazada la cárcel. Después de eso nos fuimos con la idea escribir un libro con la historia de ellos dos, que son Eduardo Schiavoni y Jorge Toledo.
¿Y con qué se fueron encontrando, qué resultó?
Arrancamos con el trabajo de investigación para reconstruir las historias y a medida que vamos haciendo las entrevistas no se iba ampliando el número de suicidios sino que se fue asomando para nuestra mirada lo que después fuimos considerando una maquinaria de enloquecimiento, un plan pergeñado para enloquecer a un hombre. El suicidio no era lo buscado por el régimen sino el disciplinamiento a partir de determinadas técnicas, herramientas, que hacían que quienes eran detectados como personas con mayor vulnerabilidad, o que se deprimían más fácilmente, sobre ellas se destinaba ese acoso que por ahí apuntaba a que cuando salieran en libertad o frente a sus compañeros de detención se los mostrara como modelo del resultado de lo que les iba a pasar.
Hicimos casi 50 entrevistas. En determinado momento consideramos que no era necesario seguir avanzando en una investigación que nos hubiera llevado muchos más años, lo que queríamos evidenciar era un plan sistemático que además constituye un delito de lesa humanidad que no ha sido investigado, y hay cuatro historias que concluyen con esos suicidios inducidos. Herramientas como el aislamiento con combinaciones de medicación psiquiátrica que hacen que el suicidio no fuera una decisión autónoma. Creemos que constituye un delito porque en las historias desarrolladas confluyen en padecimientos psíquicos que entre los sobrevivientes se extendieron a lo largo de toda su vida.
¿Cómo aparecían los indicios de esa maquinaria en los testimonios?
A lo largo de la última dictadura hubo alrededor de 10 mil detenidos políticos; las historias que relatamos en el libro son un número muy pequeño dentro del número global, en la mayoría de los entrevistados las angustias que siguen persistiendo. Pero el grupo sobre el que se desata esto tan planificado es el de que de alguna manera no pudo volver a la vida, no pudieron armarse una vida fuera de la cárcel, una vida con historias de amor, de militancia, armar un familia, y fue empezar a correr ese velo.
Hay un aspecto, como una consigna que se les repitió durante años y era una promesa casi definitoria: ‘ustedes de acá van a salir, locos, putos o quebrados’. La locura es algo inquietante en la historia de todas las sociedades, quebrados no son los traidores sino alguien que quedó roto, y el tercer concepto: putos era decir un desafío que no querían sobre sus espaldas. Porque hay que poner en contexto (no se crean que nosotros éramos jóvenes deconstruidos): las organizaciones estaban atravesadas por toda la cosa patriarcal más fuerte, instalada esa idea de que resistía el que era macho, el que era fuerte, que era lo contrario a la homosexualidad.
Lo otro que me interesa resaltar es que ese plan que se puso en marcha fue elaborado por equipos interdisciplinarios de profesionales, egresados de distintas carreras universitarias del ámbito de la salud. Y es una responsabilidad que casi no fue tenida en cuenta en los juicios. Hay material que pudimos extraer de los archivos que gestiona la Comisión por la Memoria y el Archivo Nacional de la Memoria, que en algunos de los casos nos permite demostrar cómo muchos y muchas eran llevados, mientras estaban detenidos, al Borda en un juego permanente en el que eran alojados en la Unidad 20 del hospital y sometidos a prácticas que tenían que ver con el saber de los profesionales de la salud mental.
¿Con qué se fueron encontrando una vez que el libro fue publicado, en las presentaciones, en devoluciones del público?
Hay un punto de coincidencia en muchos de los ex detenidos que entrevistamos que tiene que ver con el pudor que travesaron por haber sobrevivido, hablar ante las Madres les daba pudor, hablar de sus sufrimientos. Nos decían ‘nosotros sobrevivimos y era muy duro hablar de lo que habíamos vivido frente a ellas’ era un sufrimiento muy callado por todas esas cuestiones. En las presentaciones que terminan siendo emotivamente mucho más fuertes son las que se hacen en las ciudades en las que vivieron algunos de los protagonistas de las historias porque uno se encuentra con que no eran personas reivindicadas ni reconocidas. Siguieron viviendo por años en una falsa libertad y en una opacidad tremenda.
Otro detalle muy interesante a resaltar como algo que surge con posterioridad a la presentación del libro es que Pablo Llonto lo va a incluir en la documentación de la causa por el suicido de Schiavoni que está bastante dormida desde hace mucho tiempo.