MEGAJUICIO POZOS DE BANFIELD Y QUILMES Y BRIGADA DE LANÚS Difíciles derroteros
Durante la jornada 80 del juicio realizada el 13 de septiembre pasado declararon los sobrevivientes Darío Machado, Ricardo Daniel Wejchenberg, Luis Taub y Julio Cabrera, hijo del detenido desaparecido Washington Cabrera.
ANDAR en la justicia
(Por diario del juicio) Darío Machado fue secuestrado por fuerzas conjuntas en su domicilio de la localidad de Florida, el 12 de agosto de 1978. Es trasladado al centro clandestino de detención El Vesubio donde está durante un mes. Allí identifica entre los represores al coronel Hernán Tetzlaff (apropiador de la legisladora Victoria Montenegro); al teniente coronel Cacivio, a quien decían “el francés”; al capitán García y a 2 cabos de la comisaría de Monte Grande.
Junto a 3 hombres (Jorge Watts. Daniel Weichenberg y Faustino Fernández) y 4 mujeres son llevados el 12 de septiembre al Batallón de Logística Nº 10 de Villa Martelli y 3 días después, a la Brigada de Investigaciones de Lanús donde pasan la noche en un espacio mínimo debajo de una escalera. No sabía que era “El Infierno”, pero logra ver una placa con el nombre de la Brigada. Estaban demacrados, flacos, desgarbados.
A la mañana siguiente, en un furgón de traslado de detenidos de la Policía provincial van a la Comisaría de Monte Grande donde pasan otro mes desaparecidos. Son legalizados al ser llevados a la U9 de La Plata y presentados a declarar en Palermo en un Consejo de Guerra. La Justicia federal los libera por falta de mérito en mayo del 79.
El testigo afirma su pertenencia desde 1974 a la organización Vanguardia Comunista en la que “activaba fuertemente para derrotar a la dictadura”. Siempre lo ha motivado en sus varias declaraciones el deseo de verdad y de justicia.
Al finalizar remarca que el odio “que sigo viendo todos los días, es un odio de clase. Esa gente sigue impune y siguen haciendo de las suyas. Es un problema que tiene nuestro país y que la democracia no ha resuelto”.
“Los juicios me ayudaron”
Ricardo Daniel Wejchenberg es secuestrado junto a su esposa el 21 de julio de 1978 en la Ciudad de Buenos Aires. Ella estaba embarazada y es liberada al poco tiempo mientras él permanece en El Vesubio. Allí pasan mucho hambre durante 53 días y son muy golpeados.
Es parte de los militantes de Vanguardia Comunista, que fueron trasladados desde allí en grupos de a 7 personas. Les cambian la capucha por una nueva al salir y junto a Watts, Machado, Fernández y 3 mujeres, después de firmar una autodeclaración de participación en delitos subversivos, son llevados al Batallón de Logística Nº 10 de Villa Martelli. Hombres y mujeres son ubicados en celdas separadas y toda la noche obligados a declarar, asintiendo todas las preguntas que les formulaban.
El 15 de septiembre, los varones son conducidos a la Brigada de investigaciones de Lanús con el coronel Tetzlaff y al día siguiente a la Comisaría de Monte Grande, donde a través de un cabo de guardia pueden escribir cartas pidiendo ropa y comida a su familia. Allí Daniel sabe del nacimiento de su hija. Permanecen varios días detenidos.
Sigue el mismo derrotero represivo que Darío Machado: la U9 de La Plata; la declaración en Palermo y el pase a la justicia federal que lo deja en libertad por falta de mérito el 23/5/79. La visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en el 79, es considerada por Daniel como la que genera el proceso de liberación propio y de sus compañeros.
En el cierre, Wejchenberg señala que trató de hacer su vida normal, aunque era psicólogo y no pudo nunca ejercer su profesión. Tanto los gestos solidarios de sus compañeros como los juicios lo ayudaron a seguir adelante.
“La justicia fuera de tiempo no es justicia para nada”
El 7 de septiembre de 1977, Luis Taub es secuestrado de su domicilio particular en la Ciudad de Buenos Aires, al día siguiente que lo fuera su padre junto a Kimblat padre e hijo. Tabicado y esposado es llevado al centro de detención que le indicaron que era “El Infierno”. Recuerda el testigo un garaje para varios vehículos, un cuartito al fondo como sala de tortura y haber subido 2 ó 3 pisos por una escalera a la celda donde estuvo alojado una semana.
“Así comenzó el infierno”, afirma Luis. Recuerda haber estado vendado y esposado en un garaje y al costado, “una pila de gente muerta”.
Describe con precisión los bienes, entre ellos la casa Brasilia de cambios y turismo, el hotel Liberty, un campo de 1100 has y numerosas propiedades más pequeñas que fueron el objeto de su secuestro y el de sus familiares.
Estuvo 6 meses secuestrado y recién fue blanqueado en febrero de 1978. Pasó de la Brigada de Lanús a la Comisaría en Avellaneda, al sector de delitos económicos. Comparte cautiverio con varios empleados de la casa de cambios.
Su siguiente destino fue el Pozo de Banfield, donde estaba detenida su madre Flora Gurevich de Taub. Allí, varios matrimonios uruguayos ocupaban celdas alineadas detrás de las suyas. “Fueron épocas muy duras”. Supo del nacimiento de dos niños cuyas madres era uruguayas. Ayudó a limpiar varias veces la celda de Yolanda Casco (mamá de Julio D´Elía a quien conoció años después) y se comunicó con Aída Sanz. De allí pasó al COTI Martínez durante más de un mes, donde conoció a otros uruguayos y luego fue regresado a Banfield.
Su papá, Benjamín Taub, en una sesión de tortura, fue dejado inválido con un coma diabético. Esto hace que lo internaran en el Hospital de Vicente López, donde a Luis le permitieron visitarlo con una identidad falsa, a cambio de dinero. Su padre “siempre quedó lesionado”.
Al ser blanqueado pasa a la cárcel de Devoto, donde estuvo en entrepisos, en pabellones segregados para presos políticos. Lo esperan casi dos años en la cárcel de Caseros. “Nunca era un lugar al aire libre”. Permanecían encerrados, con “una comida de terror” y no salían.
Desde Caseros pasa a la U9 de La Plata por largo tiempo, antes de ser trasladado al penal de Rawson. Recién 6 años y 6 meses después de su secuestro, en democracia, es liberado.
Taub remarca que quienes conformaron los Consejos de Guerra especiales, en su caso un tribunal a cargo del coronel Vasilis que lo condenó por encubrimiento y asociación ilícita calificada, nunca fueron investigados ni juzgados. “Han disfrutado de total impunidad”, afirma.
El testigo pone especial énfasis en el saqueo patrimonial que sufrieron sus padres. Su madre, después del fallecimiento de su papá a los 8 meses de ser liberado, fue extorsionada en varias oportunidades y obligada a firmar la entrega de sus bienes. Él mismo indica que firmó declaraciones juradas y papeles en blanco en relación a sus propiedades, de las que fueron despojados. Sus padres “no vieron justicia”, no tuvieron ningún resarcimiento económico.
Tampoco la reparación moral de haber sido incluido su papá en el muro del Parque de la Memoria. “Fuimos víctimas del terrorismo de Estado”. Afirma que un juicio después de tanto tiempo es “un juicio para el olvido” y “la justicia fuera de tiempo no es justicia para nada”. Finaliza Taub diciendo: “No tengo patente de víctima, quiero seguir adelante con mi vida”.
“No fue un padre que no había estado, sino un padre al que no dejaron estar”
Julio Cabrera es hijo de Washington Cabrera, detenido desaparecido. Con su foto en mano, da cuenta de toda la reconstrucción “científica” e “histórica” que realizó en relación a su padre como militante político después del fallecimiento de su madre en 1997. Se contactó con familiares, organismos de derechos humanos y así llega al legajo CONADEP.
Washington fue secuestrado el 18/10/76 donde trabajaba en la Biblioteca Popular Mitre, en Paternal, Ciudad de Buenos Aires, a los 45 años. Lo llevan a la Comisaría Nº 50 y junto a él desaparecen a su compañera Rosa Chaher y su hermana Olga Cabrera de Franco. Julio sabe hace muy poco tiempo, a raíz de esta causa, que su papá fue visto en el Pozo de Banfield.
Recopila el testigo que su padre se incorporó a la resistencia peronista en el 55 y participó en Tucumán del grupo Uturuncos, la primera guerrilla rural que luchaba por el regreso de Perón. Por eso fue preso 3 años en Magdalena y luego fue a Cuba. Al regresar conoce a su madre.
En 1974, por la separación de sus padres, junto a su madre Ana se mudan a Colón. Recibe de él varias cartas y regalos hasta fines de 1975. Creyó que se había exiliado y por eso el silencio.
Sus compañeros recuerdan a Washington como “un apasionado por la política y el amor, era un hombre de acción, un espíritu pensante”. Julio sostiene emocionado: “Quiero que mi padre esté presente aquí exigiendo verdad y justicia”.
La reconstrucción elaborada por Julio hizo que su vida cambiara y, a partir de ese momento, trabaja “por la memoria de mi padre y de los 30.000 detenidos desaparecidos”. Concluye su testimonio diciendo: “No fue un padre que no había estado, sino un padre al que no dejaron estar”. “Él sigue haciéndome falta”.
El juez Basílico anuncia la próxima audiencia para el 20 de septiembre a las 8.30 horas.
*Cobertura a cargo de Adriana Redondo
Cómo citar este texto: Diario el Juicio. 13 de septiembre de 2022. “DIFÍCILES DERROTEROS”. Recuperado de https:https://diariodeljuicioar.wordpress.com/?p=1348